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El-ultimo-regalo-de-Paulina-HoffmannEste libro tiene dos historias personales pegadas a la cubierta. La primera, que fue un regalo de una de esas personas que la vida te cruza en el camino y ya no se separan. La segunda, más importante para la reseña, es que la decisión de querer leer este libro venía con una cascada de prejuicios detrás. Veréis. Cuando supe de la existencia de este libro en las redes sociales, investigué un poco. Nada digno de un espía, pero fui enlazando perfiles y encontré que Carmen Romero Dorr era editora, y ahí mismo, después de unos cuantos años al abrigo de la pantalla de un ordenador, de emails enviados a editoriales para la reseña de libros, y la relación más o menos directa con otros reseñistas, nació mi reticencia. Editora, publicando un libro. Puede sonar un poco absurdo, pero mi mente sólo pensaba que algo raro había detrás. Y es que esos mismos años de amor a la literatura me han hecho diferenciar mucho entre lo que hay dentro del libro y lo que viene alrededor. Y con la reticencia quemándome en la garganta, abrí El último regalo de Paulina Hoffmann y me di de bruces con una realidad que no me esperaba. Que empezar un libro con prejuicios, a veces, como sucede en este caso, puede hacerme cerrar la boca de un puñetazo lleno de letras.

Alicia recibe de su abuela un regalo inesperado y del que nadie en la familia tenía constancia: una casa en Berlín, en la calle Kastanienallee. Será entonces cuando decida ir a Alemania a desentrañar qué significan las últimas voluntades de su abuela, Paulina Hoffmann, y lo que le permitirá huir, o eso cree ella, del mundo que se le resquebraja en las palmas de las manos.

¿Qué alarga la vida de un libro? Me niego a pensar que sean simplemente las buenas palabras que vienen aparejadas por críticos, bloggers o medios de comunicación varios. Intento pensar, aunque la realidad se vuelva muy puñetera a veces, que lo que hace que la vida de un libro se alargue es esa sensación que deja en el lector. Muy bien. Terminé de leer El último regalo de Paulina Hoffmann un 13 de febrero. Recuerdo que estaba tumbado en la cama, con la luz de la mañana entrando por la ventana – eran las 7:45 – y que, al terminarlo, un silencio se apoderó de todo lo que me rodeaba. Sí, lo sé, suena todo lo poético que queráis, pero ese es el recuerdo más vívido que tengo. Y me puse a pensar en cómo Carmen Romero Dorr había creado una historia que, si bien gira sobre un mismo tema durante toda la trama, deja tan buen sabor de boca que se te olvida aquello que tenías que hacer después de cerrar el libro.

Dividido en dos contextos históricos diferentes – el Berlín nazi y el siglo XXI -, las historias de estas dos mujeres nos hacen partícipes de distintos horrores: el histórico y el personal. Con una prosa sencilla, me atrevería a decir que sin pretensiones de dárselas de intelectual, Carmen Romero Dorr encuadra perfectamente la crisis existencial tanto de Alicia como de Paulina y nos hace ver que, el tiempo, por mucho que se suceda rápidamente, siempre tiene algo que decirnos. El amor, la familia, los silencios, las heridas, las lágrimas que resbalan por una mejilla, el deseo, los errores que se cometen sin tener una razón aparente. Todos estos elementos que, a priori, podrían haberse enredado de tal forma que obtuvieran como resultado una novela fallida, convierten a El último regalo de Paulina Hoffmann en una obra increíble, una de esas historias que terminas sintiéndote reconfortado, con esa esperanza que dan las novelas que, sin ser obras maestras, hacen que quieras seguir leyendo y que, por favor, no acaben.

¿Qué puede decirse de bueno de esta novela? Que, aunque a veces tanto cambio de época en episodios tan cortos se me hiciera repetitivo, nos muestra a la perfección lo que nos quiere contar. Siempre he dicho que el conocimiento de aquello que se nos está contando es importantísimo. Y Carmen Romero Dorr nos invita a este viaje dosificando los secretos y haciéndonos partícipes de todo lo que ha encontrado en ese trayecto que impone la escritura, para que las vidas de Alicia y Paulina se toquen aunque no sea físicamente. Los giros argumentales son los justos y necesarios para hacer creíble aquello que estamos leyendo; los escenarios y épocas están retratados de forma sencilla pero detallando aquello que es lo suficientemente importante para que sea el lector el que cree su imagen en la cabeza de lo que está sucediendo. Lo importante aquí es la historia, sí, pero también qué puede decirnos de ella el que la está leyendo.

Hablaba al principio de un prejuicio. Hay historias que hacen que te revuelques en el horror más absoluto. Otras, sin embargo, pasan por encima del dolor y lo convierten en otra cosa. Un sentimiento donde todo puede acabar solucionándose. Hablaba con una amiga hace poco de cómo hay lecturas que te enfadan y otras que esperándote todo lo contrario, te dejan en silencio. Ella me decía que hay que dar oportunidades siempre que uno esté dispuesto. Y yo añado que hay momentos en los que se agradece que a uno le pongan en su sitio. Así que, gracias Carmen Romero Dorr.