El término slasher hace referencia, en el cine, a aquel subgénero del cine de terror donde un asesino en serie se dedica a asesinar brutalmente a adolescentes. Todo aquel que, como yo, creciera en su adolescencia al abrigo de películas como Scream o Sé lo que hicisteis el último verano, entenderá de qué hablo. No hay que olvidar que, en numerosas ocasiones, el cine bebe de la literatura. Pero son menos – o al menos yo en mi mente tengo menos ejemplos – los momentos en los que la literatura bebe del cine. Las supervivientes es una de esas exposiciones donde todos los patrones de esas películas que tantas salas del cine llenan se dan; una de esas historias donde las referencias están perfectamente claras y donde la sangre y la tensión son parte fundamental de un argumento que, por ser de alguna manera previsible, no deja de ser interesante. ¿Quién no ha visto películas en las que, más o menos, sabía cómo iban a desarrollarse los acontecimientos? Se ha hablado durante años de las llamadas reglas del género y en esta novela de Riley Sager se dan todas. Absolutamente todas. Y no tengo nada que objetar. Soy un hombre de treinta tres años que ha crecido con este tipo de argumentos desde que tenía uso de razón. Soy uno de esos tipos que se tragan todas y cada una de las historias que tienen que ver con este género. Así que raro hubiera sido que no empezara a leer esta novela. Y no sólo que la leyera, sino que la devorara como si me fuera la vida en ello. Descubriendo la tragedia, viendo el desarrollo, descubriendo el giro final que lo deja todo patas arriba. Todos sabemos de lo que hablo. ¿Dejamos de leerlo por eso? Desde luego que no.

Quincy Carpenter es, lo que ha llamado la prensa, una Última Chica. Es la única superviviente de la masacre de Pine Cottage, donde todos sus amigos murieron. Al igual que Lisa Milner y Samantha Boyd. Años después, cuando ya creía superado todo aquello, encuentran el cuerpo de Lisa. Todo apunta a que ha sido un suicidio. ¿Qué sucedería si no lo fuera? ¿Está todo volviendo a suceder? ¿Todo lo que Quincy creía en el pasado ha vuelto para cobrarse la víctima que faltaba?

Lo que ha hecho Riley Sager con Las supervivientes es de admirar. No lo digo con segundas. Sabiendo que él mismo es amante del cine, uno ve que ha usado todos aquellos parámetros que hacen que nos apasionen las historias de terror adolescente, para crear una novela como si estuviéramos viendo nuestra película favorita. Si yo os dijera el nombre de Sidney Prescott, ¿qué os vendría a la mente? Exacto. La protagonista de Scream, una de las sagas más conocidas del slasher. Bien, ahora cambiemos el nombre y pongamos el de Quincy y tendremos, con alguna que otra variación en el argumento, la misma historia. Hay un asesino en serie que parece que no ha terminado su trabajo; un secreto que no se ha descubierto todavía; sospechas de cada uno de los personajes; un contexto opresor y que es el origen de todo el mal que gira en la historia y, por último, un último acto que es una vuelta a la génesis de los protagonistas, donde empezó todo, el punto donde todo se torció e hizo que cambiara para siempre el destino de los mismos. En ese sentido, una novela redonda que te mantiene en vilo.

Pero como todo en estas lides, también tiene sus errores. Por ejemplo, con un inicio brutal y un final muy rápido y lleno de tensión, se nota un bajón en la mitad de la historia. Nada grave. Pero sí se intuye un ligero frenazo donde Riley Sager parece dar vueltas sobre lo mismo durante algunos capítulos de más. Otro ejemplo. La reiteración de algunos comportamientos de la protagonista – ¿en serio había que hablar, tantas veces, de la necesidad de la protagonista de tomar Xanax? –; los personajes masculinos pueden aparecer de una forma desdibujada, aunque también lo achaco a que en este tipo de argumentos, los hombres siempre son los secundarios sin mayor importancia; algunas reacciones de los personajes son poco creíbles – ¿por qué tengo la sensación de que esto es algo que sucede con bastante normalidad en este tipo de novelas? – y las motivaciones de uno de los personajes en concreto no deja de ser un cliché, aunque no lo considere una equivocación en exceso porque, como ya he dicho antes, Las supervivientes no deja de ser una historia tantas veces vista en el cine traspasada al papel.

Hace unos días, hablaba con una persona sobre las críticas de hacer una “novela fácil”, algo que “no es verdadera literatura”. Ella me decía: que se pongan ellos a escribirlo, a ver si pueden. Esas palabras me vuelven a la mente ahora después de haber leído este libro. Puede parecer sencillo, una vez que has visto muchas de estas historias, escribirlas. Al fin y al cabo, sólo habría que seguir un guión ya establecido de antemano, ¿no? La pregunta, obviamente, es retórica. No creo que sea tan sencillo. Aunar todos estos elementos, todos los que aparecen en Las supervivientes, hacen de esta novela uno de esos entretenimientos dignos de merecerse un buen puesto en nuestras listas de lecturas. ¿Nos cambiará la vida? No, de hecho, la terminaremos, cerraremos, y pensaremos que hemos pasado un buen rato entre sus páginas. ¿Hay algo más estimulante que una novela te deje, cuando acabas un capítulo, con ganas de más? También lo tengo claro. Para mí, en estos momentos, no.