Dice el autor, en una nota al comienzo, que su intención al escribir este libro era ampliar lo que hablaba en Así se domina el mundo (Ariel) sobre las claves que rigen la política y la economía mundiales haciéndolo más ameno y asequible para el gran público. Y, en efecto, Pedro Baños ha logrado el objetivo con creces.

El dominio mundial es una obra que cuenta, a grandes rasgos, por qué el mundo funciona así. Y lo hace como una especie de atlas para niños con multitud de dibujos, mapas y esquemas muy sencillos y visuales que nos explica quién es quién en el tablero mundial, qué intereses tienen unos países sobre otros y cuáles son los medios que cada Estado ha utilizado desde siempre para mantener el status quo. Además sus datos están totalmente actualizados hasta unos pocos meses atrás, lo cual convierte a este ensayo en una obra ideal para entender lo que está pasando en este preciso instante.

Especialmente destacados me parecen los capítulo sobre la potencia militar de las naciones y su necesidad de mostrar fuerza ante los demás junto a los servicios de inteligencia y diplomáticos. Quizá porque el propio Pedro Baños sea un militar de alto rango con gran experiencia en misiones militares y diplomáticas. Capítulos apasionantes donde se desvela el funcionamiento de las agencias de seguridad más importantes del mundo y los entramados que las grandes potencias tienen para espiar no sólo a sus enemigos sino a sus aliados y, en algunos casos, incluso a sí mismos.

Y, sobre todo, cómo esos medios de dominación se producen, a través del factor más importante, el económico. Sirva como ejemplo los incansables intentos de Estados Unidos por evitar que Rusia y China, como líderes de un bloque asiático, y las potencias sudamericanas creen sus propias monedas alternativas con las que hacer frente al dólar y su hegemónica influencia. Algo que, en caso de realizarse, los Estados Unidos podrían reaccionar con otra nueva moneda posiblemente llamada amero para dejar sin valor al dólar y arruinar a estos países que tienen comprada parte de la deuda norteamericana. O cómo la demografía es un arma fundamental utilizada para desestabilizar sociedades o reforzarlas. O por qué la carrera espacial que enfrentó a los Estados Unidos contra la Unión Soviética revestía escaso interés científico y sí una necesidad de mostrar al oponente que estaba tecnológicamente adelantado. Un hecho que, por esa misma razón, vuelve a suceder de nuevo con China y su interés en realizar una nueva conquista del espacio para mostrar que puede estar a la altura de las potencias occidentales.

Además, explica su nueva colonización, más silenciosa y sibilina, comprando una parte importante del suelo fértil ucraniano para usarla como parte de su granero nacional y asentando empresas y factorías a lo largo y ancho de África para obtener todos los recursos que necesita su meteórico crecimiento económico. Algo que entra en disputa con otras potencias colonialistas como Estados Unidos, Francia o Inglaterra en la región. También conoceremos las nuevas rutas comerciales del futuro y la pugna que los actores principales tienen por controlarlas. Una lucha que se repite, una y otra vez, a través de los siglos. Que la política mundial, en definitiva, no es más imponerse a los demás y amedrentarlos para defender lo propio y que, para lograrlo, cualquier medio le resulta legítimo a un Estado. Algo que choca con cualquier discurso oficial y las buenas intenciones que puedan mostrar las personas.

Por eso resultan tan apasionante leer, en unas pocas páginas, un mapa sencillo de cómo funciona la realpolitik. Para que la gente con menor conocimiento o información pueda entender fácilmente por qué dos países antagonistas en un escenario son aliados en otro distinto y viceversa. Mostrar fácilmente, a cualquiera, que los Estados más poderosos mantienen su poder gracias a equilibrios demasiado frágiles que podrían desmoronarse con un solo golpe de efecto.

El dominio mundial puede ser una obra que se quede corta para los más expertos en la materia pero, como dice el propio Pedro Baños, la intención es que el lector curioso busque más información por sus propios medios. Porque los ciudadanos corrientes deben saber qué está pasando en nuestro mundo y por qué suceden las cosas. Y El dominio mundial, desde luego, es un magnífico punto de partida.