El primer golpe. Después el tiempo. Y el final. El silencio que deja una muerte en sus instantes posteriores suele ser ensordecedor. Minutos después, se oyen los gritos y ya sabemos que nada va a volver a ser como antes. La novela negra, policíaca, el noir o todos aquellos nombres que queramos ponerle – yo ya he perdido la cuenta – sirven, entre otras cosas, para utilizar algo tan escalofriante como un asesinato o, como en este caso, el maltrato a las mujeres, para poner el foco en una realidad que a todos nos escandaliza y con la que llegaremos a algunas conclusiones. El primer golpe suele ser en la intimidad. Después ya viene el escondite, el no mostrar las heridas, la vergüenza, el aislamiento. No existen muchas novelas del género sobre esta temática. Las pocas que he leído no se han centrado en ello y el tema se justifica como una trama secundaria dentro de la trama principal. Quizás, entre otros muchos, ese sea uno de los principales problemas con los que tenemos que convivir: la falta de claridad a la hora de hablar, de poner en historia, de novelar, las cuestiones que el maltrato se lleva en el camino. El primer golpe crea sorpresa. Después, los siguientes, ya no tanto. Se empieza a adelantar lo que va a suceder, a entender los pequeños matices que harán que todo estalle, y surge una pregunta: ¿qué hacer en esa situación? Una historia negra es, quizás, la que mejor puede ponernos en evidencia sobre esta cuestión.

En Roma desaparece Vito. Podría ser una desaparición normal y corriente, pero lo que se esconde detrás es toda una vida de maltrato de Vito hacia su mujer, Carla. Parecía que el divorcio de ambos había enfriado todo, pero cuando se halla el cadáver, las sospechas recaen en ella y todo el mundo quiere saber qué sucedió en realidad.

Se habla poco de las traducciones. En este caso creo que la labor que ha hecho César Palma ha sido de agradecer ya que se disfruta mucho más la novela, cuando las cosas están bien hechas. Vaya mi agradecimiento y mi enhorabuena en este primer párrafo.

Hablar de esta novela de Antonella Lattanzi es hacerlo desde dos puntos de vista distintos: el literario – en sus formas – y el temático – en su fondo –. No es la primera vez que me ocurre algo parecido con una novela, pero es que con Una historia negra se me ha hecho más evidente de lo que yo pensaba. Hablando de lo literario, me encuentro con una novela correcta. No creo estar ante una de las mejores novelas negras del mundo editorial ni nada por el estilo, pero si algo hay que destacar es el ritmo. La autora no se pierde en detalles superfluos, en acontecimientos que no aportan nada a la trama, pero sí crea algunas de las escenas más duras que yo recuerdo haber leído en una novela de estas características. Hasta ahí todo perfecto. Pero termino esta novela con la sensación de olvidarme de ella o, repito, al menos de sus formas, en un corto período de tiempo. Hablado de la temática, sí tengo cosas que decir. Creo que la autora hace un retrato tan crudo como importante de los personajes, de lo que supone el maltrato, de la violencia soterrada, pero también de la explosiva y, cuando todo parece que ya está todo resuelto, aparece un final de juego en el que se nos plantea una pregunta: ¿haríamos nosotros lo mismo?

Estamos tan inmersos en esto de querer leer “obras maestras” todo el rato que perdemos de vista a veces que una novela puede ser tremendamente correcta, no destacar por sus características formales, pero narrar algo que ponga en evidencia a quien lo lea y le pregunte directamente si está de acuerdo con lo que sucede en la trama, si cree que haría lo mismo, ampliando un debate que se pierde entre tanta novedad inmediata en las mesas de las librerías. Es posible que Una historia negra, más adelante, sea una novela desconocida para el gran público, aunque no debiera serlo. Quizá por eso he dejado pasar un tiempo para escribir esta reseña y alargar un poco más la vida de la conversación sobre la obra de Antonella Lattanzi. ¿Cómo nos comportaríamos en una situación que es una amenaza? ¿Huiríamos, atacaríamos, haríamos como que no existe? Algo así sucede con el primer golpe. Cuando llega, cuando se produce, cuando el contacto violento se da, ¿qué estamos dispuestos a hacer con él?