La lectura, entendida como simplemente un entretenimiento, puede tener dos finales: haber pasado un momento bueno, de los que se disfrutan o, por el contrario, terminar un libro con la sensación de que está terminado, has llegado al final, pero nada de lo que ha sucedido te ha llamado especialmente la atención. Y como todo en estas lides, obviamente, es subjetivo. Cuando leí El cuarto mono – primera parte del libro que hoy me ocupa – supe en todo momento que las redes sociales habían hecho su cometido a la perfección: primero, habían creado la necesidad; segundo, habían conseguido que comprara el libro y, por último, me había decepcionado una parte bastante importante de la obra. Y no es que yo esperara una obra sin ningún fallo y sin que el mismo libro fuera consciente de esos mismos fallos pero supiera lidiar con ellos. Así que, puesto que no todo en aquella obra me pareció decepcionante, empecé hace poco a leer la segunda parte, La quinta víctima que, sin yo saberlo, forma parte de un trilogía cuando yo pensaba que iba a ser un desenlace. Lo que sucedió a continuación no le va a sorprender a muchos, la verdad, pero lo comento a continuación.

Sam Porter sigue investigando, por su cuenta, al Cuarto Mono después de que este desapareciera en su encuentro final. Pero la vida sigue y, paralelamente, empiezan a aparecer los cuerpos de chicas que han sufrido congelación y torturas que harán que atrapar al asesino se convierta en una carrera contrarreloj. Pero, ¿qué sucedería si aquello que parece que no tiene conexión la tuviera? ¿Y si, después de todo, el Cuarto Mono tuviera algo que ver? ¿Qué hay, por tanto, de la madre de Anson Bishop? ¿Es ella la culpable de todo lo que ha sucedido hasta ahora? Porter empezará a investigar y con lo que se encontrará no va a gustarle.

El inicio de La quinta víctima ya augura, en algún sentido, cómo va a ir todo lo demás. Tras el hallazgo de un cadáver en una situación un tanto poco creíble – la explicación que se da me parece de todo menos plausible y un intento de retorcerlo tanto que no veo la necesidad –, empieza la investigación. Una investigación que no dejará espacio al descanso, con varios personajes como protagonistas y varias bifurcaciones en la trama principal para, al final, ver cómo todo estaba conectado en uno de esos giros imprevisibles que tan famosos se han hecho ya en las novelas de este género y que, si se me permite la observación, aquí me parece metido con calzador en las últimas páginas. Lo que hace J. D. Barker no es nuevo. Ya lo hizo en la anterior obra de la trilogía y, sí, se me puede achacar a que ya sabía lo que me iba a encontrar, que es que eres muy suspicaz, no te gusta últimamente nada por completo, y toda la ristra de objeciones que ya he leído y escuchado antes. Pero estoy un poco cansado. Obviemos, por un momento, que hay escenas que se parecen a las de otros libros – esa utilización de un muñeco de nieve para esconder un cuerpo es sólo una muestra – y que me hubiera podido hacer enfadar un poco. Pero avanzamos en el argumento y, por lo menos a mí, me daba la sensación de estar ante el mismo esquema una y otra vez. Y como ya me sucedió con El cuarto mono, observo con estupefacción cómo el desenlace se ejecuta con rapidez, introduciendo un elemento para complicar más la trama de cara a la tercera parte, y con el descubrimiento del nexo en común de todo lo que ha ocurrido hasta entonces en las dos últimas páginas. Y eso que yo soy un admirador de los finales que te dejan con la boca abierta. Pero mi gesto ha sido más de cansancio que de otra cosa.

Por tanto, ¿qué aspectos positivos tienes La quinta víctima? Que, como si de una película de acción se tratase, cumple su cometido: pasas las páginas, te olvidas de tu vida por unos instantes, y cuando lo terminas haces borrón y cuenta nueva y te dedicas a otra cosa. Hay que reconocerle a J. D. Barker la complejidad de haber creado una trama que se puede permitir bifurcarse y tener muchas ramificaciones y no perder de vista cuáles son sus orígenes. Pero al igual que puede permitírselo, también hay momentos en los que crear un universo tan amplio y con tantos detalles – algunos muy poco creíbles – hace que el ritmo se detenga a mitad y cuando aparece el enésimo giro de guión ya no nos sorprenda tanto.

La lectura, ya lo decía al principio, entendida simplemente – con todo lo difícil que me parece – como entretenimiento, tiene dos posibles finales. El mío, se entiende ahora, no ha sido el mejor. Ni siquiera el peor. Pero da rabia cuando uno se aleja tanto de los personajes y acaba un libro pensando en el siguiente y olvidando todo lo que ha sucedido minutos antes.