Creo que, en algún momento, todos nos hemos preguntado qué animal nos gustaría ser si no fuésemos humanos. Desde que era niño mi animal predilecto son los gatos y, a día de hoy, creo que sería el único animal bajo cuya piel me gustaría estar. Para bien o para mal ya estoy acostumbrado a mi forma humana y no me veo siendo otro animal. Ser humano no es una tarea fácil, como bien sabrá cualquiera de ustedes, pero tampoco veo sencillo ser ninguna otra especie en una Naturaleza depredadora y avasallada por el homo sapiens.

Charles Foster parece una de esas personas peculiares que han hecho de todo en la vida, desde ser veterinario, teólogo y abogado hasta viajar por medio mundo para cazar, hacer investigaciones biológicas o realizar pruebas deportivas en los lugares más inhóspitos e insospechados. En su pasión por la Naturaleza siempre ha intentado entender cómo es el mundo para multitud de especies y, durante una larga temporada, intentó vivir como algunos de los animales que siempre le han fascinado para entenderlos. Pero no desde la intelectualización de los datos que pueda aportar la ciencia biológica, no. Literalmente intentó vivir como cada uno de ellos. Ser animal es el resumen y la conclusión de todas esas experiencias. Un ensayo dividido en cinco bloques principales, uno para cada animal.

Durante el primer capítulo, el tejón, Charles Foster y un amigo vivieron durante unas semanas desnudos en una madriguera que habían fabricado bajo tierra. Un momento donde tuvieron que alimentarse de lombrices que cazaban con sus propias bocas y bebiendo el agua de lluvia; la cual, por otro lado, ponía en peligro la estabilidad de su hogar. Después, trató de sentir cómo vivían las nutrias sumergidas la mayor parte del día en el agua y sobreviviendo al límite por su enorme necesidad calórica que les resulta tan difícil de conseguir. También pasó varias semanas deambulando por los barrios londinenses buscando comida en las pequeñas isletas urbanas que son los jardines de las casas y los espacios públicos repletos de basura. Enfrentándose a las miradas de extrañeza de los paseantes y las reprimendas de los estupefactos guardias de seguridad mientras trataba de comer restos de pizza que alguien había tirado junto a una papelera y teniendo que marcharse rápidamente al ser descubierto.

De ahí, pasó a visitar las highlands escocesas con la intención de entender la vida de los ciervos en su día a día bajo el acecho del clima y los cazadores para terminar imaginando cómo debe verse el mundo desde los ojos de un vencejo.

¿Y cuál es el resultado de todo este experimento? Pues en mi opinión es un ensayo bastante irregular. La idea original me parece fantástica y tremendamente original. Sin embargo, me parece que rápidamente se desdibuja. En algunas partes, como la nutria y el vencejo, básicamente se limita a especular sobre cómo deben ver el mundo debido a la imposibilidad física humana de intentar vivir como esas especies. Y en todas realiza unas disertaciones que, en muchas ocasiones, rozan lo lisérgico. Divagaciones que pasan, sin filtro alguno, de lo racional a lo delirante y que, en su intento por asir todo, terminan resultando demasiado ampulosas y confusas. A ratos pedante. Páginas y páginas donde resulta difícil saber bien de lo que está hablando.

Por otro lado tiene momentos fascinantes cuando traslada alguna de las características animales a escala humana y descubrimos datos verdaderamente sorprendentes. Por ejemplo, que las calorías que necesita una nutria sería el equivalente a comer ochenta cheeseburgers diarias o que si caminásemos a paso humano el equivalente de las distancias que un vencejo vuela a lo largo de toda su vida, recorreríamos un tercio de la distancia que nos separa de la Tierra al Sol.

El propio Charles Foster, en el epílogo, explica que entiende el desconcierto que provoca su propuesta y que resulte difícil comprender de qué trata verdaderamente Ser animal. Y que su idea no ha sido otra que intentar trasladar al lenguaje humano las emociones, sensaciones e instintos que podrían tener otras especies con las que compartimos mundo. Y creo que así es como hay que ver Ser animal, como un extraño y curioso experimento que, al menos, merece atención.