Si un policía junto a la Ka’aba en La Meca me toquetea el pecho, ¿qué posibilidades tengo de quejarme y que su acto no quede impune?”.

Esta frase, tan rotunda, es solo una entre los muchos relatos devastadores que pueblan este ensayo. Forma parte del capítulo donde Mona Eltahawy, periodista y activista feminista egipcia, cuenta el duro y lamentable episodio de haber sufrido acoso durante el hajj, la peregrinación que todo musulmán debe hacer al menos una vez en la vida. Se produjo cuando era una adolescente y estaba con su madre en una de las vueltas obligatorias a la piedra sagrada. Un hombre manoseó sus nalgas en medio del tumulto pero ella no dijo nada. Primero porque no podía creer que estuviera sucediéndole algo semejante en el lugar más sagrado para el islam. En segundo lugar porque no podía. Vivía en Arabia Saudí. Después, durante el acercamiento a la Ka’aba, durante la segregación por sexos que la policía hace para la realización de ese otro rito indispensable, se produjo el segundo tocamiento por parte de un agente que estaba ahí para “protegerla”. Un hecho que podría resumir perfectamente toda la idea sobre la cual pivota El himen y el hiyab, que ninguna mujer está segura en ningún lugar. Algo extensible a cualquier parte del mundo aunque el ensayo se centra exclusivamente en el mundo árabe.

El himen y el hiyab no solamente es un testimonio necesario, también es un acto de gran valentía porque no es fácil, como mujer musulmana, hablar abiertamente de este asunto pero tampoco es nada fácil ser mujer en el mundo musulmán. De hecho, resulta un auténtico infierno porque, según estadísticas oficiales, en países como Sudán más de la mitad de las mujeres han sufrido algún tipo de mutilación genital femenina y la totalidad de las egipcias han sido víctimas, en algún momento de sus vidas, de algún tipo de agresión o acoso sexual o verbal. Incluso Túnez, considerado como el país árabe más progresista y avanzado en materia de derechos civiles, continúa manteniendo una legislación que sigue atentando gravemente contra la libertad física y sexual de la mujer.

Un ensayo que nos cuenta al detalle cómo la mayor parte de los países árabes han intentado lavar su cara frente a sus socios occidentales pero la realidad sigue siendo que la mujer está completamente anulada y agredida. En casi todos los países árabes una mujer recibe mayor penalización legal y estigma social por ser violada que su violador por agredirla. De hecho, hay lugares donde la condena por violación se archiva si el violador accede a casarse con la mujer que ha violado. Aunque no sea más que una niña.

Son países como Arabia Saudí, donde la vergüenza contra la mujer no conoce límites. Países donde la mujer no es más que un objeto que depende exclusivamente de cualquier varón de su familia y su aprobación, incluso de sus propios hijos pequeños, para realizar el acto más cotidiano y un hecho como “permitirlas” conducir es considerado un gran avance. Culturas donde no se pregunta al hombre por qué acosa y agrede sino que se culpa a la mujer por “dejarse” acosar y agredir. Un país donde Mona Eltahawy vivió su adolescencia y donde empezaron sus tibias aproximaciones a tomar conciencia de sí misma.

El resto de su vida fue una lucha constante por defender la tradición y el uso del hiyab como una elección personal mientras sabía, en su fuero interno, que aquello no le parecía lo correcto. Pero no quiso oponerse abiertamente por miedo a su propio entorno y para no dar argumentos a los islamófobos occidentales. Algo que terminó desmoronándose a medida que vivió en el extranjero y empezó a estudiar el papel histórico de la mujer y aproximarse a la realidad del mundo árabe con una visión adulta. A partir de ese momento se mudó a Egipto, su país natal, para vivir en primera persona la “Primavera Árabe” y conocer a pie de calle la situación de la mujer en aquel país. La decepción no podía haber sido mayor. Sobre todo cuando descubrió que las mujeres habían formado una parte fundamental de la lucha por deponer a los gobiernos y que, cuando estos cayeron, terminaron siendo víctimas de la misma opresión de siempre por parte de los hombres.

El himen y el hiyab es un ensayo muy duro, con episodios verdaderamente dolorosos, que plantea sin ambages la necesidad de una revolución auténtica en el mundo árabe y esta es una revolución que cambie todas las relaciones culturales, sociales y de poder. También es un testimonio de reafirmación de la feminidad, del orgullo de ser mujer, de amor propio y de esperanza. Demuestra que están abriéndose las primeras grietas en la sociedad patriarcal y que son muchas las mujeres árabes que están alzando la voz y posicionándose abiertamente.

Dice Mona Eltahawy que la lucha por la igualdad en el mundo árabe sólo pueden proceder de ellas. Afirma que no necesitan la piedad del feminismo occidental y saben que el hombre árabe va a hacer todo lo posible por impedirlo. Y desde luego parecen preparadas a lograrlo.