La literatura infantil sirve, entre otras cosas, para enseñar a los más pequeños cómo es el mundo. O cómo son las personas que conviven con nosotros y nos cruzamos cada día. Uno de esos grandes hallazgos es el que nos muestra lo que puede ser y no es, lo que debiera ser y no se produce, o incluso lo que nos gustaría y se da y, por extensión, crea una sociedad mucho mejor. Porque no hay que olvidar una cosa clave en esto de la literatura infantil: con cada nueva generación, hay que demostrar que hemos avanzado, y no retrocedido.

A Pepa le encanta, cada día de la semana, hacer cualquier plan. Desde enseñar matemáticas a sus compañeros de clase, hasta jugar al baloncesto, o juntarse con la familia los fines de semana para desayunar de una manera especial. Pero Pepa no es una chica cualquiera, y cuando en una excursión no puede subir al edificio más importante, serán sus compañeros los que le ayuden a entender que, siempre, todo es posible.

Lo bonito de Pepa planes es lo siguiente: que de una historia, en apariencia sencilla, se crea una lectura preciosa. Personalmente, lo que más me gusta de la creación de Mercedes Suero Fernández, e ilustrado por Luz Egea Torres es que sin que nos imaginemos qué es lo que sucede con Pepa, pensaremos en todo momento que ella es como nosotros para entender después que, las diferencias, no son tales y que somos nosotros, los adultos, los que muchas veces vemos problemas, inconvenientes, escollos, donde no los hay en el mundo de los pequeños. Porque no podemos negar que, muchos de los problemas del mundo en miniatura, están creados por el mundo en grande de aquellos que son rápidos en mirar con negatividad y no se centran en la mejor solución. Creo que ahí radica lo bonito de este nuevo libro de literatura infantil.

La literatura infantil debiera servir, siempre, para que los pequeños de la casa descubran el mundo, lo entiendan, y después sigan adelante sin todos esos temores absurdos que pueblan el día a día. Creo que lo que han hecho Mercedes Suero Fernández y Luz Egea Torres es, de verdad, importante. Porque no hay  nada más bonito que enseñar al mundo que, en nuestras diferencias, somos todos más iguales de lo que nos creemos. O de lo que nos quieren hacer creer.