Lo que uno lee puede estar regido por varias cuestiones. Desde que estuvieras esperando la novela desde hace muchos meses; pasando por la inundación en las redes sociales del título en cuestión y, por extensión, que tu mente haya unido lectura con necesidad a base de ver las opiniones de los que ya la han leído; hasta que la pura casualidad haya hecho que, paseando por la librería, te lo encuentres de bruces y te lo lleves a casa antes de la fecha que, se supone, salía a la venta. Esto último es lo que me sucedió. Todo el mundo, o casi todo el mundo, sabe que tiendo a alejarme bastante de la saturación en las redes sociales de la promoción de un libro. Con Reina roja me sucedió lo que ya me vienen sucediendo desde hace un tiempo: me hartaron tanto las menciones en mi TL de Twitter a la novela que tuve que silenciar todas las conversaciones para, primero, entrar sin ningún tipo de idea anterior y para, aunque algún dato ya leí de pasada sin poder evitarlo, no caer en las críticas de aquellos que destripaban partes de la novela fundamentales para que el lector no pueda avanzar nada de la trama (de nuevo, gracias a todos los que no tienen respeto por los demás en esto del mundo online). Y me puse a leer lo nuevo de Juan Gómez – Jurado con un poco de miedo – las expectativas creadas eran altas –, con un poco de reticencia, pero con ganas de, por lo menos, disfrutar de la lectura. Y esto fue lo que sucedió…

Hay algo que hay que reconocerle a Juan Gómez – Jurado desde el principio: sabe envolver sus historias con ese halo de lenguaje cinematográfico a la perfección. Uno no tiene la sensación de estar leyendo sino que, además, le parece estar viendo perfectamente a los personajes, el contexto, las escenas de acción, en una especie de fotogramas que se van sucediendo casi sin que te des cuenta. Quizá esa sea la mayor fortaleza de Reina Roja: el no dejar descanso al lector y proporcionar horas de diversión y entretenimiento. Pero hay algo que, sobre todo, también hay que reconocerle al autor y es lo siguiente: sabe, a la perfección, lo que los lectores de los thrillers de acción buscan. Se lo da en pequeñas dosis, lo adereza con varios giros de guión, y hace que les estalle la cabeza esperando que, en el siguiente capítulo, la trama vaya creciendo mucho más de lo que ya lo había hecho hasta el momento. No todo el mundo sabe hacerlo y quizás por eso, entre otras muchas razones, eran muchos los que estaban esperando que sacara nueva novela como si se hubieran quedado huérfanos y tuvieran necesidad de tiros, sangre, asesinatos sin resolver y una protagonista que quedara en la mente de todos. Porque Antonia Scott es, sin lugar a dudas, el plato fuerte de esta novela. Sin discusión.

La creación de un personaje debe ser complicada. Crearlo, imaginarse su pasado, el presente, sus rasgos físicos, toda su historia. Y sin embargo, parece que Antonia Scott es uno de esos personajes tan agradecidos que parecen salidos de la nada con una facilidad pasmosa – aunque seguro que si Juan Gómez – Jurado lo explica, dirá que ha sido muy complicado –. Y te lo crees, pese a lo ficticio que pueda llegar a ser la historia que nos cuenta. Y además no cojea mientras el lector va leyendo. Aunque quizás mi punto negativo para Reina Roja sea el personaje de Jon Gutiérrez. No me lo he terminado de creer y me ha parecido, en ocasiones, forzada esa necesidad de hacerle parecer demasiado vasco – y esto lo digo desde la experiencia personal de haber nacido allí – y notar que, algunos aspectos, no tienen mucho que ver con lo que yo he vivido en mi tierra. Un mal menor, si lo vemos en global, pero en ocasiones me encontraba leyendo y pensando que Jon estaba demasiado caricaturizado, más cercano al tópico que a la realidad.

De la novela de Juan Gómez – Jurado se hablará durante bastante tiempo. No sólo por lo que venderá – que ya se está viendo que es bastante – si no porque todo lo que gira a su alrededor crea un clima de comunidad entre lectores que hace que las recomendaciones y la publicidad aumenten las ganas de leer Reina Roja de forma exponencial. Quizá, en algún momento, haya que hablar – de forma profesional y no simplemente mediante el exabrupto – de cómo las redes sociales llevan a lo más alto las ventas de un libro. Y no tenerle miedo a ello. Uno podrá estar más o menos de acuerdo, pero lo que es evidente es que esta novela llama la atención desde el momento en que su color rojo llega a tus retinas, se acrecienta mientras los demás lectores te dicen que ha sido increíble, y se establecen todavía más cuando ves la pasión con la que el autor mueve sus palabras y cuida su creación. Quizá por eso, y porque yo no había visto un hermanamiento tal entre lectores desde hace bastante tiempo, ya merezca la pena ponerse a leer este nuevo libro.