Hace unos años apareció para el gran público Dolores Redondo que, con su Trilogía del Baztán consiguió lo que hacía tiempo nadie conseguía: vender y hacer que sus lectores quisieran, con cada tomo de la trilogía, más de ella. Después ganó el Premio Planeta con Todo esto te daré y, aunque se alejaba mucho de las formas y el fondo que la habían hecho reconocible para el gran público – una forma de escribir más pausada, más tendente a la descripción que a la acción, tomar distancia de los elemento mitológicos de las primeras obras –, se consolidó en el mundo literario. Pero aquellos que empezamos desde el principio a leer sus libros – y que nos gustaron – queríamos saber más de su protagonista, Amaia Salazar y, pedíamos en las presentaciones, entrevistas o coloquios a los que se podía asistir, cuándo volveríamos a saber de ella. La espera, ahora sí, ha terminado. Y como todo lo que llega después de esperarse tanto, tiene que enfrentarse con las expectativas, con ese equilibrio entre lo que se nos propone y lo que el lector se ha creado en la imaginación, con, en definitiva, la decisión de si ha gustado lo leído o, por el contrario, nos ha decepcionado.

Amaia se ve envuelta en una investigación del FBI. Ante la amenaza de la llegada del huracán Katrina, deben hacer frente a un asesino de familias que, usando las catástrofes naturales como contexto, ha acabado con la vida de varias. Pero no sólo tendrá que hacer frente a la devastación y los asesinatos sino que, desde su casa en Elizondo, recibirá una llamada de su tía que, es muy probable, despertará imágenes que creía tener olvidadas para siempre.

Creo, firmemente, que hay dos formas de leer La cara norte del corazón. La primera, mucho más saludable para algunos, pensando que lo que se está leyendo es algo independiente y sin las ideas preconcebidas que ya tenemos los que hemos leído la trilogía original. Diría, además, que como comienzo para entender algunas cosas de las que sucederán después va mucho mejor ya que, no hay que negarlo, la “contaminación” que se sufre al leer lo nuevo de Dolores Redondo es inevitable. No digo negativa, digo simplemente inevitable. La segunda forma de lectura, sabiendo de dónde proviene todo el mundo de Amaia Salazar y de Elizondo, y uniéndolo. Creo que esta forma es mucho más complicada – es lo que me ha sucedido, ya lo adelanto – porque en la lectura uno se encuentra metiéndose más de lleno en las partes donde Elizondo aparece que en las que Nueva Orleans es el telón de fondo. Sin duda, en este caso juegan las expectativas, juega esa fina línea que separa lo que se nos muestra de lo que queremos que se nos muestre, pero leer esta novela con todas las imágenes que tenemos de las anteriores novelas, puede causar cierta sensación de niebla.

Pero hablemos de lo que se nos cuenta. Dolores Redondo me parece una gran escritora. Eso vaya por delante. En primer lugar, creo que sabe describir circunstancias y contextos como nadie. Creo, además, que ya desde Ofrenda a la tormenta viró un poco la forma de la escritura, continuándolo con Todo esto te daré, y que en La cara norte del corazón ha explorado mucho más esa capacidad para centrarse en la descripción y pausar el ritmo frente a la acción pura y dura. No es, por tanto, una novela cercana al thriller donde detective persigue capítulo tras capítulo al asesino, corriendo, sin pausa, sino que se trata de una investigación más serena y centrada en entender cómo el paisaje puede convertirse en un personaje más, y en uno, además, agresivo y lleno de matices. En segundo lugar, los personajes están muy delimitados y mostrados – quizás el único que se me ha quedado un poco desvaído, en su parte final, es Emerson – y tanto Amaia Salazar como Dupree, claros protagonistas de la novela, son perfectamente reconocibles para aquellos que ya hemos leído antes a la autora y, también, perfectamente dibujados para aquellos que sea la primera vez que se acercan a la obra. En tercer lugar, la trama está muy bien hilvanada. Aunque la novela pertenezca a un esquema típico de este tipo de novelas (asesinatos – investigación – caza al asesino), Dolores introduce elementos nuevos en su imaginario (el folklore de Nueva Orleans, la catástrofe natural, la trata de personas) que casan a la perfección y dan una mayor profundidad a lo que se nos propone. Mantiene la atención del lector en todo momento y sabe unir las piezas entre pasado y presente o, mejor dicho, entre Elizondo y Nueva Orleans para que se unifiquen a la perfección las historias que darán lugar después a su famosa trilogía. Pero sin duda lo que me ha absorbido por completo son las apariciones de Engrasi, Rosario y todo lo relacionado con Elizondo. Creo que Rosario, como una madre estrago, como uno de los personajes más irónicos del universo de la autora, ha sido un auténtico placer para que se dé lugar el reencuentro con los lectores. Al fin y al cabo, volvemos a visitar aquello que ya descubrimos, pero analizándolo de otro modo y eso, qué queréis, es muy de agradecer. A pesar de esto, diré que en la parte final el ritmo de la novela ha disminuido bastante y a mí me ha lastrado un poco la experiencia y, hablando de la trama, hay un elemento que me ha sorprendido, y es – sin descubrir a nadie de lo que estoy hablando – el hallazgo que hace un niño casi como por sorpresa después de haber estado investigando varios capítulos al respecto. Entiendo los giros, entiendo que en una novela de la extensión de La cara norte del corazón son inevitable ciertos desequilibrios que, aun siendo menores en importancia, no está de más analizarlos.

¿Es por tanto, La cara norte del corazón una buena novela? Lo es. Creo que contiene todos los elementos necesarios para una buena historia de suspense. ¿Es, uniéndolo, la mejor novela de Dolores Redondo? Dudo en la respuesta. Recuerdo con especial cariño Ofrenda a la tormenta y cómo terminé leyéndola pensando en todo lo que había vivido con los tres libros. Y eso es muy difícil de superar. ¿Es, por hacer otra pregunta al respecto, una buena novela para empezar por el universo del Baztán? Puede serlo. Gracias a esta novela un lector iniciado puede entender muchas de las cosas que pasan en los siguientes libros y completará un círculo que se nos había dejado incompleto a muchos.

La lectura es un placer. Esto, tan sencillo de entender, hay que explicarlo tantas veces que, ya de por sí, deja a uno exhausto. Me sucede con Dolores Redondo lo mismo desde que publicara El guardián invisible: te piden explicaciones porque te guste. No daré más razones que las que aquí he expuesto. No hay novelas perfectas, no hay literatura perfecta, no hay experiencias perfectas. Cada uno vive lo que lee de una forma diferente. Eso no invalida nada, eso no implica que lo que digamos aquí se convierta en la verdad absoluta. Simplemente es, como todo, una opinión entre todo el océano de opiniones. Disfrutar de algo nunca debiera ser algo con que poder disparar contra otro. Eso es lo único que tengo claro. Lo demás, si me lo permitís, es solo ruido.