De un tiempo a esta parte, como consecuencia de la realidad más absoluta, estoy intentando leer más sobre temas que, hace algunos años, no tenían puesto el foco en las editoriales. O al menos, no en las más grandes. Uno de ellos es el feminismo. El que escribe se declara un auténtico ignorando en el tema y, quizá por eso, creo necesario leer algunos de los textos que, durante años, han tenido un peso específico o que han destruido algunos de los pilares más establecidos por la sociedad. No es necesario decir que la mujer, que el colectivo femenino, que ellas, han sido ninguneadas, olvidadas, repudiadas, odiadas, o masacradas desde siempre. No es necesario por obvio, pero al mismo tiempo lo es porque a algunos parece habérseles olvidado de su memoria. Leo, veo, escucho, muchos comentarios sobre que el feminismo no es imprescindible; que el movimiento por la igualdad entre hombres y mujeres es absurdo; que el feminismo – repetiré mucho esta palabra – no es más que cosa de locas, de personas que odian a los hombres, de marginadas que buscan una fractura en la sociedad, y no sé cuántas estupideces más. Por eso, cuando vi que se reeditaba Teoría King Kong, y después de haber perdido mi oportunidad de leerlo en la carrera, decidí ponerme a leerlo para entender lo que Virginie Despentes hizo, proclamó, y observar que algunas de las cosas que a mí me parecían obvias, no lo son en absoluto. ¿Hemos retrocedido como sociedad? ¿Qué supone darse cuenta de algo que creíamos ya superado? ¿Es necesario reflexionar, una y otra vez, sobre lo que supone el feminismo? ¿Es la lectura, en este caso, imprescindible para darte de bruces con la realidad? Vamos a verlo.

Hace algunos años, cuando todavía estudiaba, una de las asignaturas trataba el tema del género. Lo hacía desde un punto muy superficial, pero ahí fue cuando escuché por primera vez el título Teoría King Kong. Pero en aquel momento yo era, parafraseando a Gabriel García Márquez, joven, feliz e indocumentado y el género, el feminismo, y otros muchos temas relacionados, no me interesaba. Algunas lecturas cayeron en mis manos, pero me parecían demasiado abstractas para entenderlas en su conjunto. Es muy posible que si hubiera leído lo que Virginie Despentes tenía que decirnos, todo hubiera sido diferente. Porque si hay algo que no puede reclamársele a la autora es que no hable claro. Se agradece esa claridad, ese hablar de lo que no se nombra a veces, para poner en evidencia, en primer lugar, cómo el tabú sigue instalado en algún rincón de nuestro cerebro.

Leeremos, por tanto, cómo la autora fue violada y decidió no sentirse víctima. Pero quizá lo que más me llamó la atención de ese capítulo – titulado Imposible violar a una mujer tan viciosa – es cómo se dio cuenta que ella, en aquel momento, era la persona débil, la que no podía hacer nada, la que debía, de alguna manera, dejarse hacer. ¿Cómo se ha instalado esa respuesta automática? Obviamente, entiendo el por qué, soy consciente de todo el proceso que ha generado llegar a ese punto, pero leer algo como “(…) Esa noche, la navaja se quedó escondido en mi bolsillo y la única idea que me vino a la cabeza fue: sobre todo que no la encuentren, que no decidan jugar con ella. Ni siquiera pensé en utilizarla. Desde el momento en que comprendí lo que nos estaba ocurriendo, me convencí de que ellos eran los más fuertes”. Y ahí, por un instante, uno se queda pensando en todo lo que se ha hecho mal. ¿Somos tan complejos como para no entender lo que se nos cuenta? He leído muchas críticas sobre este libro y, curiosamente, todas las negativas suelen ser de hombres. Sigo sin entenderlo. Sigo sin poder comprender cómo es posible que no se vea como algo claro, conciso, verdadero, lo que Virginie Despentes nos está contando. No es difícil, es tan real como si nos gritaran, y aun así hay que no es capaz de entenderlo. Estamos peor de lo que imagianaba.

Nos encontraremos también reflexiones sobre el sexo, el porno y la prostitución. Dejaré que seáis vosotros los que os forméis una opinión sobre estos temas al leer el libro. Yo tengo mis propias conclusiones, pero creo que en una reseña no es posible generar el debate necesario ya que, cosas de esta era, la comunicación en un texto como este no deja de ser unidireccional – aunque bienvenidos serán todos los comentarios que quieran hacerse –, por lo que sólo diré que hay cosas con las que estoy de acuerdo y otras que no. ¿Invalida, por tanto, lo que se nos dice en Teoría King Kong? En absoluto. De hecho, sin saber cuáles fueron los motivos por los que Virginie Despentes decidió publicar este libro, creo que lo más importante es el debate que puede generar.

Siempre que escribo una reseña sobre feminismo, creo no explicarme con propiedad. Creo que ser hombre, en estas ocasiones, me hace más complicado explicarme. No es una excusa, simplemente considero que se convierte en un impedimento desde un punto de visto más cultural o educacional. Pero hay que reconocer que este libro es necesario. Por lo que dice, por cómo lo dice y el por qué lo dice. No olvidemos nunca todo lo que se ha creado desde que los movimientos feministas, en la actualidad, han conseguido movilizar en nuestro país en concreto, y el mundo en general.

¿Hemos avanzado algo, aunque sea un poco? ¿Será siempre necesario hablar de estos temas? Espero que, a las dos preguntas, se responda de forma afirmativa. Mientras tanto, sigamos leyendo. Y, sobre todo, reflexionando.