De niño era muy aficionado el fútbol pero dejó de gustarme con la adolescencia. En esos años empecé a interesarme por otras cosas como la política. A partir de entonces, empecé a ver el fútbol como un entretenimiento que mantenía a las masas aletargadas frente a los problemas sociales que verdaderamente importan. Idea que mantuve durante mucho tiempo porque pensaba que el fútbol y la política eran dos entes que podían beneficiarse mutuamente pero que no tenían nada que ver el uno con el otro. Como si fuesen mundos completamente opuestos.
Lo que no había imaginado hasta hace poco era que el fútbol, con independiencia de su carácter lúdico, podía estar íntimamente ligado a la política. Especialmente, en lugares como la Unión Soviética donde se trataba de un deporte que servía como evasión pero que también llegó a convertirse en un asunto de interés nacional.
Por eso, me ha parecido tan interesante descubrir un ensayo como Fútbol y poder en la URSS de Stalin de Mario Alessandro Curletto, porque no solamente habla sobre la fundación del Spartak de Moscú, el equipo más popular de la ciudad y con mayor proyección internacional, sino porque la historia del club está indisolublemente unida a los acontecimientos de la época. Y es que el Spartak, tras pasar por varias refundaciones, nació gracias a la iniciativa de los hermanos Stárostin quienes, junto a otros amigos, querían crear un equipo de fútbol para revitalizar la barriada obrera donde vivían.
Esto, tan al gusto de la iconografía soviética, marcó su propia sentencia contra el sistema porque el desbordante apoyo que recibieron de las clases populares despertó las envidias de los poderosos Dinamo y CDKA, afines al poder. En muy poco tiempo, el Spartak, formado por gente humilde, terminó siendo mucho mejor a nivel técnico y deportivo logrando victorias humillantes sobre la mayoría de sus oponentes. Incluso en competiciones internacionales. Algo que el Ejército Rojo, que amparaba al CDKA, y el Comisionado de Asuntos Internos (NKVA) que, además de controlar los servicios de inteligencia también controlaba el Dinamo, no podían soportar. Especialmente el NKVA, comandado por el temido Beria, quien arrastraba un lejano resentimiento hacia Nikolái Stárostin por haber coincidido con él en el terreno de juego durante la adolescencia y no encontrarse a su altura. Algo que supondría su detención, y la de sus hermanos, por un delito que no habían cometido y ser condenados a diez años de gulag. Una década que, dentro de la crueldad y dureza de los campos de trabajo, terminó siendo bastante benevolente. Especialmente para Nikolái porque los directores de todos los gulags a los que fue trasladado querían que dirigiese a sus equipos de fútbol. Una situación atípica que tuvo su apoteosis cuando Vasili Stalin, el hijo alcohólico del temido dictador, lo reclamó para trabajar como entrenador contraviniendo todas las órdenes de detención y deportación hasta el punto de esconderle en su casa y compartir cama con él.
Aunque esta es únicamente una parte de todas las curiosas y fascinantes anécdotas que conforman este relato donde la política soviética marcaba el juego deportivo pero donde el fútbol también podía incidir en el desarrollo político.
Al parecer, el autor, Mario Alessandro Curletto, es un catedrático experto en Rusia y muy aficionado al fútbol que ha escrito multitud de ensayos sobre el asunto. Algo que puede notarse en este Fútbol y poder en la URSS de Stalin. El ensayo, a pesar de su brevedad, posee el rigor de los datos con la fluidez de un relato muy bien escrito. Y quizás eso ha sido lo que más me ha gustado; el contar un periodo histórico apasionante desde un punto de vista tan desconocido y de un modo tan ameno. Tanto que la historia de los hermanos Stárostin en el terror estalinista, tan increíble como surrealista, termina resultando incluso cómica.
Un relato ágil, inesperado y emocionante de tal intensidad que termina dejando un agradable regusto cuando finaliza. Exactamente, como un buen partido de fútbol.