¿Qué es la libertad? Sería imposible contabilizar todas las conversaciones que he mantenido sobre este asunto. Y más difícil sería precisar todas las veces donde he intentado explicar a algunas personas que la libertad es un concepto totalmente difuso y subjetivo que no siempre se corresponde con la idea de libertad en una sociedad de capitalismo neoliberal en el siglo XXI. Explicar que yo, como individuo que se considera libre en muchos aspectos, sería incapaz de defender un régimen dictatorial pero entiendo los mecanismos que llevan a otras personas a anhelarlo e incluso vivir cómodamente dentro de él. Los osos que bailan es un pequeño ensayo que intenta dar respuesta a esta cuestión tan controvertida y que suele resultar tan difícil de comprender.

Su autor, Witold Szablowski, es un joven periodista polaco que vivió durante su infancia los últimos días del comunismo y que, movido por su curiosidad y las infinitas contradicciones que se producían en todo su entorno, decidió recorrer los países del antiguo bloque soviético, y también Cuba, para entender qué estaba pasando en aquel mundo que parecía inalterable y se había volatilizado. Y la realidad es que la caída del Telón de Acero supuso un aire de renovación necesario para mucha gente que odiaba el régimen comunista pero también fue un golpe durísimo para otras muchas personas que eran felices bajo el yugo de la estrella roja.

Porque Los osos que bailan explica cómo, de una manera u otra, la desintegración de la Unión Soviética, sucedida, literalmente, de un día para otro, fue un trauma para todos los millones de personas que se habían educado y desarrollado sus vidas conforme a los férreos principios del marxismo-leninismo, la estricta austeridad, los asfixiantes planes quinquenales y el miedo a la detención y el gulag. Y lo hace con un libro dividido en dos partes perfectamente diferenciadas. La primera, cuenta la historia que da nombre al ensayo.

Son los osos bailarines, una tradición de largo arraigo en la zona balcánica donde los gitanos, siempre al margen de cualquier sociedad en cualquier época, se ganaban la vida adiestrando osos para realizar números ambulantes. Al oso, para someterle, se le colocaba un aro, llamado jolka, en la nariz, la zona más sensible de su cuerpo, con la intención de atarlo a una cadena y que se moviese a la voluntad del amo mientras amenizaba su número con canciones tradicionales tocadas al violín.

Con la llegada del comunismo, los gitanos, por primera vez en su historia, formaron parte de la sociedad con plena igualdad de derechos y deberes. Al desaparecer el bloque soviético en pos del capitalismo, perdieron sus trabajos y sus beneficios sociales volviendo a esa marginación histórica. Muchos de ellos, como único medio de subsistencia, se vieron abocados a reaprender el oficio de sus abuelos. Pero la entrada en la Unión Europea y la presión de las organizaciones animalistas terminaron poniendo fin a esta práctica brutal y los últimos osos fueron llevados a una reserva protegida para ser puestos en libertad. Sin embargo, la mayor parte de los osos no llegaban a rehabilitarse del todo. Eran incapaces de desarrollar sus instintos fundamentales como cazar, hibernar e incluso reproducirse y, en muchas ocasiones, cuando veían a un humano, terminaban realizando los números acrobáticos que habían aprendido.

Esta historia, tan triste como fascinante, resulta ser una magnífica metáfora que ejemplifica el vacío que deja la nueva libertad, como nosotros la entendemos, en el individuo que sólo ha conocido una opresión, como nosotros la vemos, donde se consideraba libre y con una buena vida. Un relato donde los viejos adiestradores aseguran que amaban a sus osos y los trataban bien, como si fueran de la familia, mientras que el resto de la sociedad los consideran unos bárbaros que abusaban brutalmente de los animales. Una alegoría más potente en tanto que el oso siempre ha representado la fuerza y el poder soviético y que dará paso a la segunda parte donde Witold Szablowski narra algunos de sus viajes por aquellos países del orbe comunista.

Desde los pudientes estonios que reniegan del pasado comunista a los rusos nacidos en el país a quienes la llegada de la independencia pasó de convertirles en ciudadanos respetados a ciudadanos sin derechos e incluso sin nacionalidad reconocida. Desde muchos cubanos que atisban con horror el posible desplome de la Revolución en ese futuro sin Fidel hasta los georgianos de Gori, ciudad natal de Stalin, que viven de la memoria de quien consideran un hombre bueno que les dio todo y vivió engañado por sus colaboradores. De los ucranianos que se ganan la vida con el contrabando de coches occidentales para obtener un salario decente a los polacos de un pequeño pueblo que tuvieron que crear un parque temático sobre el Señor de los Anillos para vivir del turismo. Y entre medias, esa disparidad de opiniones entre los que vieron la llegada del capitalismo como una salvación y los que aseguran que durante el comunismo pasaban miedo y privaciones pero tenían un sentimiento de identidad y unos valores que ya no existen.

Aunque esta segunda parte, donde se esconde la verdadera intencionalidad del ensayo, puede resultar algo deslavazada y carecer de la coherencia temática y la fuerza del primer bloque no desmerece el interés de la obra. De hecho, el último capítulo muestra un episodio tremendamente irónico, y muy cercano a nuestra realidad, que cierra el libro con esa sensación, siempre desagradable, de que la Historia está condenada a repetirse.

Witold Szablowski, en definitiva, ha realizado un ensayo cautivador, plagado de pequeñas historias tan curiosas como surrealistas, con una buena fluidez narrativa que muestra retazos del vacío y la contradicción que supuso la vida soviética pero también de nuestra incorregible naturaleza humana. Los osos que bailan quizá carezca del rigor y la profundidad de otros estudios sobre el tema pero sirve para conocer algo más de un momento histórico tan complejo como fascinante.

Al menos, es una buena base para replantearnos qué es la libertad y hablemos con otras personas para saber cómo la entienden.