Nos creemos personajes. Somos una especie protagonista que, a través del recuerdo, es capaz de sacar de las mismas entrañas textos que cuentan al mundo cómo fue nuestra vida, cómo fueron nuestras experiencias, cómo vivimos algunos escenarios. La ficción da un paso atrás y, cada vez más, la literatura se viste de recuerdo para publicar novelas o, como en este caso, relatos, donde el propio autor sea quien nos cuente lo que él o ella cree importante. Nada que objetar. Pero a veces nos creemos personajes que tienen demasiadas cosas que contar. Nos hablamos, recopilamos información, conversamos, y cuando todos los datos han sido cubiertos, volcamos en papel aquello que creemos importante. Somos esa especie protagonista, y un poco soberbia, que cree que la vida – y la muerte – debe ser recordada y distribuida por todo el mundo. Y de nuevo, nada que objetar. Maggie O´Farrell nos cuenta en estos diecisiete relatos, los momentos que vivió como cercanos a la muerte, como una especie de caricia que la llevaron a pensar en lo que hay después, en el final, en lo que queda cuando ya todo se ha terminado y, en la vida, queda el silencio de lo que fuiste. Y lo hace como un pequeño desequilibrio, como si la mesa donde todas las letras se posan estuviera coja de una pata y el balanceo fuera constante. Nos creemos personajes, y eso ya lo he dicho. Lo que no he dicho es que a veces no debemos ser protagonistas sino meros secundarios.

La relación que mantengo con la prosa de Maggie O´Farrell es extraña. No he leído nada de ella, a pesar de la inundación de recomendaciones que he tenido por las distintas redes. De hecho, una de sus últimas obras, La primera mano que sostuvo la mía fue una de esas compras compulsivas que todo lector tiene de vez en cuando y, todavía, sigue estando en la pila de libros pendientes. Pero con Sigo aquí ha sido diferente porque, al ver que se trataba de relatos, me animé a acercarme a la experiencia con la autora en un formato más corto que a lo que nos tenía acostumbrados.

La pregunta más directa es: ¿me han gustado los relatos de la autora? Algunos sí. La siguiente pregunta, más directa todavía, es: ¿te han gustado más que los que no te han entusiasmado? No. Del total de diecisiete relatos que componen Sigo aquí me he sentido especialmente asombrado por cinco de ellos. El resto, sin desmerecerlos, han tenido esa naturaleza que a veces tienen las obras: la de olvidarse de ellas después de haber llegado al punto y final. Aclararé que las ideas generales de muchos de ellos me han gustado, pero que la ejecución me ha dejado una sensación de estar rozando lo que me contaban, pero no he entrado ahí, en el núcleo, cuando entiendo que la intención de Maggie O´Farrell, aunque quizás esté equivocado, era esa misma.

Pero hablando de los que más me ha gustado, creo que Recién nacida y torrente sanguíneo ha sido uno de esos relatos que conmocionan y te dejan con la sensación de estar leyendo algo increíble (“fallas hasta en esto, dicen los murmullos maliciosamente, ni siquiera puedes abortar un aborto”, página 104); después el primero, titulado Cuello es un buen punto de partida con una reflexión final que hay que rescatar (“Porque en el mundo hay gente que quiere hacerte daño y nunca sabrás por qué”, página 34); seguiré hablando de Cerebelo y el último titulado Hija que me parecen de una humanidad y una definición de la maternidad tan agresiva como abrasadora que recomiendo leer a todo el mundo para terminar por el primero de tres titulado Pulmones donde a través de la cercanía con la muerte conocemos más a la autora (“Nunca he dado mucha importancia a las pandillas, a las tribus sociales, a encajar con los demás. Desde muy joven sé que la gente popular no es la mía, no es mi grupo”, página 39).

Nos creemos personajes. ¿Cuántas veces hemos podido pensar, a lo largo de nuestra vida, que algunas de nuestras experiencias podrían contarse en un libro? Se han hecho tantas reflexiones al respecto que, ya casi, se trata con humor ciertas cuestiones sobre qué puede y no puede contarse en un libro. Sigo aquí no ha supuesto una mala experiencia como lectura, pero esperaba un poco más. Ser protagonista de las historias que intentamos narrar convierten a quien las escribe en un actor nada objetivo sobre lo que ha vivido. Y no tengo nada que, de nuevo, objetar. Pero creo que hay que encontrar un equilibrio, que sopesar lo que se cuenta y darle un armazón para entender su significado. No podemos simplemente verter aquello que pensamos que pudo ser y no fue, o que podía haber sido en nuestro pensamiento contrafactual. Nos creemos personajes, protagonistas de una esfera que nos empuja hacia alguna dirección incierta. Lo que más podemos aprender de la mano de Maggie O´Farrell quizás sea que la cercanía con la muerte no nos dejará sin voz.