Durante varios días dudé sobre hacer esta reseña.

A quienes creemos, o hemos creído, en la posibilidad de cambiar el mundo escribimos, bien sea la crítica de un libro o una crítica en forma de libro, con la intención de  transformar, de alguna manera, el entorno que nos rodea. Intentamos dar forma a nuestras ideas con la esperanza de que éstas, como las semillas, lleguen al terreno fértil de otras conciencias donde puedan germinar, poquito a poco, y provocar esos cambios que nos gustaría ver en la sociedad. Y si bien hay muchas personas a las que nos gustaría cambiar el mundo, también hay algunas personas que van cambiándolo; en un sentido u otro.

Pero la realidad, con esas amargas bofetadas que suele propinar con descarada frecuencia, nos conduce en ocasiones al sentimiento de inutilidad. De que nuestros esfuerzos o nuestro trabajo no va a ninguna parte y se estrella, como un insecto, contra ese bloque, aparentemente monolítico e imbatible, de lo que podríamos denominar abstractamente el “poder”.

Nada más lejos de la realidad porque, si bien como individuos somos incapaces de realizar grandes cambios, entendidos a escala mundial, sí que formamos una parte pequeña de estos. Y lo que hacemos, aunque sea a la escala microscópica de nuestro entorno más inmediato, tiene alguna repercusión.

Hace unas semanas leí en un periódico, de esos que también quieren cambiar el mundo, una entrevista a Vandana Shiva donde hablaba de su nuevo libro ¿Quién alimenta realmente al mundo? explicando sus posturas contra la gran industria alimentaria global, las megacompañías transgénicas y el destrozo que el ser humano inflige a la naturaleza casi con total impunidad. Vandana Shiva, una de las líderes del ecofeminismo mundial, ha trabajado durante décadas a lo largo del planeta para concienciar a ciudadanos y asesorar a gobiernos, sobre los peligros del modelo agrícola actual y la contaminación; labor por la cual ha recibido numerosos galardones. También ha participado en la fundación de diversos colectivos, especialmente Navdanya, en su India natal, para proteger la biodiversidad tradicional y empoderar a las campesinas emancipándolas, no sólo del rígido sistema de castas si no también de la economía de mercado, creando producciones agrícolas locales y sostenibles que también luchan por situar a la mujer en el plano de igualdad e importancia que le ha sido negado históricamente.

A raíz de esa entrevista me animé a leer el ensayo para escribir sobre él, confiando en que, de la misma manera que yo me sentí interesado por conocer más sobre este asunto, podría haber otras personas, aunque sólo fuesen unas pocas, que, a través de esta reseña, quisieran descubrir que está sucediendo realmente con nuestra manera de alimentarnos. Un tema fundamental que preocupa a la sociedad pero que no siempre parece tratado en los medios de comunicación y los debates públicos con el rigor y la seriedad que merece.

¿Quién alimenta realmente al mundo? es un ensayo que denuncia las peligrosas prácticas de los grandes conglomerados del mercado alimenticio, a los que Vandana Shiva acusa de mentir y vulnerar toda ética empresarial, y los perniciosos efectos potenciales que los agentes químicos y los productos transgénicos tienen para nuestra salud y el medio ambiente. En cómo el ser humano ha destrozado, y sigue haciéndolo, enormes territorios vírgenes y ecosistemas fundamentales para realizar monocultivos. La activista también afila sus dardos contra lo que considera los fracasos de la llamada “Revolución Verde”; es decir, su incapacidad para generar alimentos de calidad que cubran las necesidades nutritivas de todo ser humano.

En definitiva, el ensayo se centra en cómo los dictámenes de la economía capitalista, donde prima la rapidez en la producción, la inmediatez en el suministro y la superficialidad en la presentación del producto, ha provocado un empobrecimiento de nuestra alimentación y la manera en que esa desigualdad material sigue manteniendo en estado de hambre, y mata, a una parte de la humanidad; a pesar de que nuestro planeta y la tecnología actual disponga de recursos suficientes para alimentar correctamente a cada individuo. Y que el uso de semillas transgénicas y las reconversiones de las granjas también ha conducido a muchísimos campesinos a la miseria, especialmente en los países llamados eufemísticamente “en vías de desarrollo” como la India. O que las prácticas especulativas de los grandes distribuidores de alimentos, con la complicidad de los gobiernos occidentales, están detrás de que millones de personas en todo el mundo tengan dificultades para adquirir los productos básicos de sus gastronomías tradicionales o se vean obligados a comprar de exportación alimentos que son producidos en su misma región.

El ensayo se encuentra dividido en dos partes. La primera, el propio ¿Quién alimenta realmente al mundo? y un apéndice, casi tan largo como el ensayo, con diversos artículos de prensa y conferencias que la propia Vandana Shiva ha realizado durante años sobre el tema. Un texto donde la autora ofrece soluciones basadas en la autogestión local, la creación de bancos de semillas y un profundo conocimiento de la naturaleza. Un futuro que, según afirma, pasa irremediablemente por manos femeninas y el retorno a la sabiduría ancestral. Unas ideas convincentes para quienes creemos que el mundo puede ser un lugar mucho más justo y mejor. Un texto, tan interesante como necesario, que sólo me parecía fallar en el mismo error que suelen incurrir la mayor parte de los ensayos y es en la reiteración excesiva de ideas y conceptos.

Sin embargo, cuando fui a buscar algo más de información sobre Vandana Shiva para realizar esta reseña me encontré con agrias polémicas sobre su figura y la actividad que desarrolla desde hace más de tres décadas. Y puesto que sus denuncias no dejan de tener un carácter político, es de esperar que, como persona controvertida, muchas críticas provengan de los sectores que denuncia. Pero a medida que leía más artículos veía que estos juicios no solamente eran de voces corporativas o políticas, también de algunas aparentemente científicas. Desde dudas sobre su curriculum hasta el cuestionamiento sobre la viabilidad de sus propuestas pasando por la falsedad de algunos datos que ofrece.

Mis conocimientos sobre la materia son muy reducidos. Tanto que se limitan a este libro y unos pocos ensayos y artículos de prensa. Y esa duda, basada en mi propia ignorancia, me hizo repensar todo lo que había leído. No tanto por dar pábulo a sectores acostumbrados a usar todas las armas sucias mediáticas y creer que ¿Quién alimenta realmente al mundo? sea un ensayo plagado de mentiras, puesto que algunos planteamientos me parecen irrebatibles hasta para un ignorante en la materia, si no porque nadie posee la autoría de la verdad y cada parte tiene el sesgo de los intereses que defiende. De esta manera, terminé encontrándome en la disyuntiva de realizar una reseña sobre el libro ante mi falta de información, y formación, en la materia. Al igual que no considero éticas muchas prácticas políticas y económicas tampoco me parecía ético reseñar de manera entusiasta un ensayo que quizás no es del todo honesto ni realista.

La alimentación y su producción es uno de los grandes retos de la humanidad, la contaminación de nuestros recursos es uno de nuestros grandes problemas y el modelo económico actual es inviable para la sostenibilidad de la especie e incluso de la propia vida en el planeta. Resulta indudable el valor de libros como ¿Quién alimenta realmente al mundo? para poner en liza estas cuestiones fundamentales e iniciar un debate sobre cómo enfrentarnos a ellas. Y también, por qué no, animar a una búsqueda personal para investigar y sacar conclusiones propias. Al fin y al cabo, esos son los primeros pasos hacia el cambio.